martes, 25 de enero de 2011

La Fe y el Meteosat


La Fe y el Meteosat

Toda la Semana de Pasión mirando la cielo, haciendo conjeturas, consultando a los metereologos y a la vez suplicando a San Pedro, ese santo de la negación, piedra de la Iglesia y caprichoso de las lluvias, por eso de tener las llaves de las puertas del cielo.

Pues contra todo pronostico, cuando las túnicas parecían se iban a quedar planchadas y limpias en sus perchas, la Fe del Sevillano por encima de tecnología y como un credo de Fe Mariana, se asomo a la ventanita, no esa de la calle de Feria que tanto deja de sabor en los versos del Padre Ramón Cué, sino a la de nuestra casa y vimos un Domingo de ramos incipiente con  claros y nubes, y ya casi después del desayuno mañanero, el palio se torno de azul cielo.

Ese cielo que es la mejor túnica que se le pone a Sevilla, y como Sevilla es así, se echó a la calle sin parpadear, hacia todos los Templos de nuestra Ciudad como en una plegaria de amor y de pedirle a la Madre de todos nuestra Virgen Maria en cualquiera de sus advocaciones que no le dejase tocar siquiera a San Pedro esa llave del agua, y ella como corredentora del mundo quiso salir a la calle, seco las calles, soplo con una suave brisa las blondas de nubes y Sevilla se lleno de amor cofrade por todas sus calle, desde los confines del Porvenir hasta la cercana Cena allá por los Terceros.

Y desde los bares y tabernas, en esa copita del mediodía, esperábamos los primeros nazarenos de la Paz, y el sueño infantil cofrade de la Borriquita, que tiene notas de campanillas en sus andares y patrimonio de fe renovado por las nuevas generaciones que acompañan al Mesías prometido en su entrada en Jerusalén que ya sale en su Valle de amor a Sevilla.

Por eso hoy Domingo de Ramos, como en  una llamada universal, se han izado todos los pasos de nuestra ciudad, Sevilla está en la calle y la Calle se ha hecho un soñar de naranjos en flor, un cóctel de Sevillania entre el incienso, la cera y el perfume de las flores.

Lo nuestro Sevillanos, es cuestión de Fe, mas que de Satélites metereologicos.

Por: Carlos Valera Real